
Sin embargo, los museos de libros no suelen ser muy comunes, aun cuando estos objetos tienen una extraordinaria importancia cultural como repositorio de la memoria y la imaginación de los hombres. Su cuidado y recopilación suele descansar en las bibliotecas. En parte por eso no debe extrañarnos que en nuestro país, Venezuela, no tengamos ningún museo del libro.
Esta ausencia nos ha motivado, al equipo Libroria, a establecer uno en Caracas. Así, hemos ido trabajando la idea y finalmente comenzamos, hace unos pocos meses, a organizar este proyecto fascinante y vital, en un momento en el que los libros parecen testigos de un pasado remoto. Estamos concentrados en la creación del Museo del Libro Venezolano. La idea es crear un repositorio que nos permita mostrar y resaltar su importancia. Queremos destacar la historia del primer libro que se haya editado en el país. Queremos hablar de los posteriores: de sus autores y su bibliografía. Queremos recopilar información sobre los bestsellers del siglo XIX, sobre los libros prohibidos, sobre los de temas populares, los de impresiones numeradas y las novelas del petróleo. Queremos además resaltar a los coleccionistas de libros y sus historias.
Vamos entonces a contar el inicio de la impresión de libros en Venezuela con una pequeña anécdota sobre las dudas que se tienen acerca del primer libro impreso en el país. El primer manuscrito venezolano fue probablemente los Acuerdos de los oficiales de la Real Hacienda de la Provincia y Gobernación de Venezuela de 1535. Pero como todos los manuscritos, es una pieza única. Algunos no estarán acostumbrados a considerarlos como libros, pues estos son ya para nosotros sinónimos de material impreso. Tenemos por lo tanto que esperar a 1808 para que llegue la imprenta.
Mi mente necesitaba un descanso. Llevaba estudiando con Laura toda la tarde, preparándonos para los exámenes de fin de trimestre. Yo siempre trataba de parecer inteligente frente a ella, aún cuando estudiando me sintiera bruto. Decía frases vacías tipo interesante esta aproximación y demás expresiones que solo dicen los científicos en las películas.
Fuimos al puesto de perrocalientes de Cara’ecrimen: un hombre gordo, honesto. Tenía una cicatriz en la cara que le había dejado un perro que lo atacó mientras se bañaba en un estanque en Los Chorros. Él siempre decía que esas marcas se las había dejado un atraco que salió mal. Que lo traicionó el pure. Los compañeros lo jodían diciendo que el crimen era ser tan feo, no que lo hayan rajado en un atraco. Yo las únicas veces que me dirigía a esta gente era para pedir comida. Hubiera sido un sueño para mí fraternizar con ellos y conseguir uno que otro perrocaliente gratis. Gratis no, brindado.
No suelo notar patrones en mis viajes. Los pasajeros son tan variados como aburridos. Un tipo hablando muy alto por teléfono, niñas yendo a comer a la costa, señoras que van al cementerio. Casi todos miran sus teléfonos. Lo que es perfecto ya que casi nadie me fastidia con lo de «por fa, ¿podría poner la radio?», o «¿tiene música en su celular?»
Últimamente solo escuchaba podcasts de jardinería. María Helena me los mostró como una alternativa a mi actitud de no quiero escuchar música. Me funcionaba para enfocarme en nuestro jardincito. Teníamos menta, perejil, cilantro, albahaca, ajíes dulces, tomates, zanahorias y su planta de marihuana. Quizá en otros tiempos hubiera podido fumarme un churro en el taxi. Lo de la marivuelta me salía mejor con Elena; escuchábamos música y nos reíamos… con María Helena era incómodo.
Después del altercado con María Helena, todo empezó a distorsionarse. La noche era distinta, homogénea: recogiendo, sin intención, nada más que niñas tristes por toda la isla.
—Te dije que no hacemos copias, amigo. Lo dice en la entrada.
No era necesariamente la línea favorita de Fabiana pero sin duda era la que más decía. Si hubiese algo como dichos o refranes inolvidables de libreros como en un anuario, esta sería quizá la más representativa de ella.
Cada vez que lo decía la Fabiana amable y la Fabiana que secretamente odiaba a todo el mundo entraban en conflicto en cada sílaba. Era un espectáculo que Olivia adoraba observar. Las dos estaban de guardia en una librería en la que trabajaba Fabiana desde hace un par de años ya; donde poetas veinteañeros, rockeros cultos y freelancers iban como punto de encuentro para poder ser intensos y dramáticos en conjunto. Había café, galletas, y los viernes en la noche, cerveza helada. En realidad estaba bastante bien. Olivia siempre se ofrecía a ayudar a Fabiana cuando no había más nadie que la apoyara en el turno de noche los fines de semana.
No tenemos opción: es lo nuestro, es lo que hemos hecho siempre.
Además, nos interesa apoyar de manera especial a los jóvenes poetas que se quedaron sin ningún tipo de apoyo del Estado, gobernaciones, alcaldías y editoriales privadas. Hemos trabajado en ello desde hace cinco años con el Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas y brindando un espacio físico para la consulta de nuestra biblioteca de poesía, que lleva ya más de once mil títulos.
Es un esfuerzo que hemos hecho poco a poco, pero de manera constante. Así avanzan los proyectos. Piano piano.
¿Cómo manejamos la memoria de un país como Venezuela? manteniéndola viva, con todo el dolor que pueda significar.
Pero también sosteniéndose a partir de la poesía, que es la madre de la literatura, y el sostén fundamental de la memoria. Lo que se ha publicado, editado y divulgado. En Venezuela todo desaparece muy rápidamente, pero tenemos un pasado del que sentirnos orgullosos también, en especial de sus poetas. Es una enorme carta de presentación del país: lo que hemos sido, lo que vamos siendo.
Venezuela es un país en fuga pero hacia el futuro. No desaparece: se reparte, se difunde, se extiende hacia cientos de ciudades, dentro y fuera del país, a partir de una numerosa migración y diáspora. Hemos trascendido fronteras geográficas, como lo hicieron otras comunidades en el pasado.
En ese sentido, este año hemos adoptado una política glocal de trabajo, a partir de internet, redes sociales y canales diferentes: Zoom, youtube, audiolibros. Además, nuestras publicaciones se pueden descargar de manera gratuita desde nuestra página web: www.lapoeteca.com.
En 2021 mantendremos esa política de inclusión de nuestros programas, talleres, próximos diplomados, publicaciones, eventos.
Un solo país, dentro y fuera de las fronteras. Un solo país, que se comunica a través de una lengua común con otras comunidades que hablan español y a través de traducciones. Aquí seguimos.
NÓMADA Y VIRGEN
Veintitantos años y lo único brillante en mi vida es el resplandor de una calvicie precoz (palabra que no deja de perseguirme desde la adolescencia) y el recuerdo del cuerpo desnudo de Luzma (recuerdo que amputaré, algún día, para que un nuevo cementerio se sirva de él). Soy un nómada virgen, valga la redundancia.


«No tosa Chelito, no tosa»
repetía muchas veces en la voz más baja de todas.
Me desesperaba y ponía mi mano en su espalda.
Rezaba y esperaba pero el sonido siempre volvía, era tan fuerte que nos retumbaba en el pecho a las dos. Yo estaba convencida de que la curaba con tocarla y de que la gracia de Dios de la que hablaban mis tías era cierta. Con todas mis fuerzas le rogaba a la Virgen, al Santodios, a San Miguel. Sentía que con mi energía la escondía de la muerte y la guardaba en esa casa para mí.
Por las mañanas el terror desaparecía y cuando me despertaba la oía hablando bajito en la cocina, haciéndome un jugo de mora y dejándome dormir hasta tarde porque pobrecitalaniña.
Chelito se sentaba todos los días en la silla blanca en el medio de la sala a mirarlo todo, a dejar que las rayas de sus ojos se aclararan con la tristeza, a quererme, a pensar en él,
a extrañarlo.
